La reflexión filosófica, al explicitar el prototipo humano formado por la sociedad colombiana, llega a la conclusión de que este prototipo está doblemente condicionado: por una parte por las relaciones sociales existentes y por otra, por las características universales, exigencias y aspiraciones de la civilización universal, cada día más unificada por la interdependencia entre los países y un gran sistema mundial de interrelaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Enmarcado en este sistema aparece un prototipo de hombre como ser cultural, histórico y social; concepción básica para organizar el proceso educativo.
El hombre, a diferencia del animal, surge como un ser incompleto, por tanto, se le considera un proyecto, una tarea educativa sin fin, que es posible gracias a que en él existe un conjunto de predisposiciones, de posibilidades que varían de un individuo a otro, las cuales solo pueden desarrollarse a partir del mundo que le es propio, a saber, el mundo de la cultura. Su realización humana supone que debe apropiarse críticamente de las creaciones culturales de sus antepasados: ideas, valores, costumbres, organización social, económica e institucional; en fin, conocer el pasado en la medida que sea necesario para la comprensión del presente y como experiencia para construir su futuro. En los últimos años de este proceso ha tenido que desarrollarse condicionado por la ciencia y la técnica. El hombre recrea su propia cultura.
La dignidad y grandeza del hombre radica en su historicidad, esto es, en el saber que el futuro está en sus manos y que a partir de su libertad puede moldear su ser individual y social. Lo que el hombre es, sólo lo sabemos por una seria reflexión sobre el proceso histórico. Dentro de este marco se entiende también al hombre como ser social, no sólo porque nace sino también porque su capacidad para crear cultura y crearse a sí mismo; a partir de ésta, supone la existencia de la sociedad, como depositaria de toda la experiencia cultural del hombre.
La caracterización del hombre como ser cultural, histórico y social, y la concepción de la educación como proceso de desarrollo integral del educando, a través de la cual profundiza la experiencia personal y la de la sociedad, para lograr su madurez y la transformación de la realidad, permite señalar que el proyecto educativo se debe diseñar para que contribuya real y efectivamente a la formación de esta caracterización en el educando; para que propicie su participación activa y en consecuencia guiarse por los principios operativos de la “Escuela activa”, en la que el educando, a partir del mundo de su experiencia, se apropie de todo aquello que define su sociedad; para la toma de una conciencia crítica sobre la necesidad del cambio y un fortalecimiento de la voluntad que le permita una acción eficaz y responsable; para dotarlo de unos principios metodológicos que le posibiliten un constante auto-aprendizaje; y capacitarlo para el debate de ideas sobre el poder y la fuerza que actúan en y a través de las instituciones y que le permitan participar consciente y responsablemente en el funcionamiento y desarrollo de las estructuras sociales, económicas y políticas.
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